Del infierno de las cosas blandas

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Smokin’ Bear
Originally uploaded by KillTaupe.

En el infierno de las cosas blandas estoy seguro habrá un lugar para mí. La cosa estuvo así: postrimería de viernes en un bar decadente, cuba en mano, un mesero chichifón produce-bilis-negra y cuatro osos, uno más bueno que el otro y no sé por cuál empezar a contar. Bien, el escenario estaba puesto y yo menos que dispuesto: fórmula perfecta para el desastre.

Mis intenciones eran buenas, pero escindidas. Por un lado quería mandar al mundo a tomar por culo, autisteando con el celular; por el otro moría por acercármele a aquella reducida manada que -pa’ colmo- se veía harto amistosa. ¿Qué hice? Hacerme pendejo y dar muestras concretas de mi mariconería (no en el sentido de jotez, sino de pusilanimidad): apenas uno me miraba, bajaba la vista y me perdía en el vaso; vamos, ni una sonrisita tímida pude esbozar.

Y pérmitaseme el derecho de réplica. Las personas cuando se enteran de mi enorme timidez se preguntan cómo diablos le hago para ser tan desenvuelto en un salón de clase, cómo diantres pongo y quito condones frente a cincuenta personas y todavía bromeo sobre cómo usar un dique de latex. La respuesta está en [redobles por favor]:  el poder. Sí, frente al salón los espectadores me confieren el poder y yo, a través de mi ñoñería y labia me siento en control de la situación. Pero apenas abandono ese contexto soy el ser más desarmado del planeta.

Pido el derecho de réplica para que las condenas a mi pusilanimidad sean menos severas, porque con las mías, basta. Reconocer que uno es blando y deshuevado pega fuerte al ego, sobre todo en los paradigmas de masculinidad de nuestra cultura, tan bien introyectados a lo largo de veintitantos años. Así que hoy aún tengo esa sensación de autocondena y autovergüenza propia de alguien que habla solo la mayor parte del tiempo.

Intentaré enmendar mi error… algún día, claro. Por lo pronto seguiré condenado al infierno de las cosas blandas.

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