Personalidad ¡Eh! Personalidad ¡Eh!

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El lugar común de todo libro de Teorías de la Personalidad reza que personalidad proviene del vocablo griego prosopón, que significa máscara. El lugar común no podía ser más acertado: denota el carácter artificial de esta estructura psicológica (artificial en el sentido de «opuesto a la naturaleza», a «lo dado»; es decir, en el sentido de que es «construida») y también evidencia su razón-de-ser relacional (pues la máscara existe para existir con-otros y no en un mundo vacío-de-otros) [chido esto de usar los guiones ¿no? bien filosófico y así].

Hay quienes han querido ver a la personalidad como una forma de adaptarse -activa e inconscientemente- al entorno humano (conformado por las realidades material y social), o como producto -en mayor o menor forma pasivo- de las interacciones sociales acontecidas en la historia del individuo (la mayoría acentuando la importancia de la infancia en la conformación de este constructo). Son más bien pocas -cuando no nulas- aquellas miradas que conceden un decente grado de participación activa y consciente por parte del individuo a la conformación de lo que se supone «es».

Pero estoy siendo aburrido, como es mi maldita costumbre. Cabría cuestionarme si mi «yo» (llamémosle Ego para desambiguar), si mi Ego: eso que soy aunque no pueda ponerlo en palabras; si eso es mi personalidad, o si mi personalidad es parte de mi Ego. Porque nunca será lo mismo pensar que mi personalidad es lo que yo-soy a que mi personalidad es parte de mí, pero no lo que yo-soy. [Guiones, guiones, guiones, ra-rra-rrá].

Soy partidario de pensar que yo no soy -al menos no únicamente- mi personalidad, y que ésta es más bien una máscara que utilizo para relacionarme con el mundo (todo lo que no-soy-yo) [¡Ufff!]. Pienso, así, que mi Ego es más bien inabarcable e incomprensible, porque no soy -ni las partes, ni el todo- de lo que es mi personalidad (la cual -olvidé decirlo- es observable). Es más, mi Ego ni siquiera es lo que yo pienso que soy. Mi Ego es algo que no existe fácticamente en su totalidad; es decir, acepto y defiendo que parte de mí no es materialmente comprobable, ni siquiera como pensamiento. Mi Ego, como totalidad, no existe.

La personalidad, pues, vendría siendo la modalidad más o menos constante con la que me relaciono con-y-en-el mundo. [Za-za-za]. Así, mi personalidad se conformaría de una multiplicidad de gestos faciales y sociales, muletillas, tonos de voz, respuestas estereotipadas y hábitos diversos que, en su conjunto, y debido a su constancia, dan la ilusión de un Ego que puede ser percibido por los sentidos. Así, la personalidad puede pasar por el Ego, pero el Ego no puede ser la personalidad, pues si pensamos que el Ego es mi identidad (lo que es idéntico a sí mismo, es decir, lo que es), yo no puedo ser un gesto o un hábito, pues éstos los pueden tener los demás, o incluso los puedo perder y, aún así, no dejo de ser lo que soy -sea lo que esto fuere en realidad.

Siguiendo esta línea, creo que en la personalidad hay un grado de voluntad no reconocida, es decir, de mala fe. Nosotros nos construimos un modo de relacionarnos-y-estar en el mundo -perdón por incluirl_-, pero no reconocemos nuestra participación activa y consciente, pues choca con la idea propuesta por la cultura a la que pertenecemos (invariablemente).

Siendo así, y en un acto de estúpida y ficticia coherencia declaro ser culpable de:

+ Aburrir a las personas.
+ Sobreactuar.
+ Ser una drama queen en ciernes.
+ Aburrir en exceso a las personas.
+ Actuar de manera insegura.
+ Tener malos hábitos (o carecer de buenos hábitos, al menos).
+ Aburrir mucho mucho mucho a los demás.
+ Ser poco interesante (sexualmente, la mayoría de las veces).
+ Y etcéteras (checar como referencia: «Necropsia a un Cobayo»).

Todo esto viene al caso porque he vuelto a caer en cuenta de lo aburrido, poco atractivo (y no necesariamente de manera física), mópet, emo,  y así, que soy (y que todo ello es responsabilidad mía). O que al menos soy así en mi vida «real», esa donde dejo ver más mi Ego (porque en otros ámbitos, caray, cuán interesante puedo ser). So, después de un breve impass, regreso a lo mío: libros + videojuegos + nihilismo a la hora de ir al baño. Cheers!

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I

Sé que me consideras una persona aburrida. No te equivocas, lo soy. Mi empleo es todo menos excitante, mi vida personal apenas si puede considerarse sutil, mi vida académica es un pasmo y mi vida emocional… bueno, todos lo saben: no tengo vida emocional. Sin embargo -palabras peligrosas-, nunca esperé tener más que esto: una rutina y una sana dotación de quejas. No temo equivocarme, mi vida alcanzó su cenit y su astro rey no puede competir con una bombilla de 15 watts. Qué más da.

II

He pensado últimamente mucho en la muerte. No precisamente en mi muerte; o en la muerte de alguien más. Sólo he pensado en la muerte, a secas, tan anónima como sólo ella puede ser. Se escucha interesante aquello de que morir es perder la individualidad; así como se pudre el cadáver, así se difumina el yo, permaneciendo únicamente como recuerdo. Teóricamente interesante, pero nada más. Lo sé, ya puedo escucharte: conmigo todo es teoría y nada práctica. No me importa, yo escribo un libro.

III

Buscar la inmortalidad es un mal de juventud. Bienvenido el invierno.