Fray Cobayo sale a cazar una esperanza todos los viernes. Desea con fervor ver el milagro de una puerta; la de una que hasta ahora no se ha abierto… al menos no para él. Se sienta y observa. Santa a su lado. Y entre charlas, caricias y toneladas de café molido -diluido en una gota de agua a punto de evaporar-, pasa el tiempo. A veces, Roberto -el de los mil nombres, nos acompaña con su fotográfica prescencia. Otras Ome, sentadita con sus cuchillos bien afilados, con sus uñas negras y las llamas del infierno ardiendo en sus ojos. Casi siempre está Anafilia, divagando, extrañando, yendo de ida y vuelta al pasado, trayéndonos presentes abominables y sacando a pasear viejos monstruos moteados. Lady blue a veces viene con el Otro Señor Director (no el huele-pedos, otro), pero a últimas fechas sus visitas han sido contadas. Como sea, sólo o acompañado, el Cobayo espera un milagro prefabricado.
Mes: abril 2005
Anestesia local para aliviar los achaques de un pasado dorado.
EstándarFray Cobayo sentado a la sombra de un árbol anónimo. Divaga entre quitarse las botas o no. En sus oídos el viejo soundtrack de los días pasado (sobre-pasados). Nirvana, Peral Jam, Portishead, Bush, Sound Garden, Green Day, Radiohead… incluso Mugricio metió en ese CD una canción de Silvio Rodriguez (¿?). Pero también hay Alanis Morriset, Cranberries, Weezer y Hole. El CD divaga entre lo fresqui extraordinario y la contracultura moderada de corte grounch. Fray Cobayo decide no quitarse las botas. Tiene demasiado sueño.
Fray Cobayo se queda dormido bajo el árbol anónimo; su árbol del conocimiento. A unos escazos metros, sus alumnos lo miran con cierta sarna que sólo sus afilados dientosaurios le permiten tener. Bromena a sus costillas. Y en su cara. Pero a Fray Cobayo le vale; ellos le pagan por hablar, a él le pagan por mentir. Cuando despierta, Fray Cobayo se da cuenta de algo. Está atrapado en el pasado. O tal vez sólo sea que su presente es tan imaginario como el futuro.
Crónica chafa de un vuelo charter sobrevolando inconexas emociones
Estándar
Silencio. Todo ocurre en silencio. Con hilos invisibles, invencibles. Los hados sosteniendo el hilo, tensándolo y cortándolo con tijras de punta chatitas. Las tres parcas con un sólo ojo; propiedad comunal vs. propiedad privada. La gente que se priva de la risa. Que se priva porque se reprime. Que se priva porque lo hace demasiado. Los significados equívocos formados de grandes a chiquitos. Uno tras otro, uno tras otro.
Bipolaridad… polaridad… polaroid… polar… molar… inmolar… moler… molestar… malestar… Esta bipolaridad chafa es tan sólo parte del malestar en la cultura.
La elección de la temporada de perennes elecciones
EstándarFray Cobayo de pie frente a un cartel de la Ibero: «Elige quién quieres ser; admisiones periodo Otoño 2005». Sonríe, da una calada al cigarrillo y continúa caminando…
Elijo no elegir.
Los placeres y deleites de ser una frígida gárgola posmoderna
EstándarNo es que el Cobayo se queje… es tan sólo que estar vivo le aburre. La señorita enfermera Curatodo le regaló un libro de patologías mentales. Una venía subrayada: «Anhedonia: incapacidad para sentir placer». La señorita enfermera Curatodo tiene un sentido del humor muy extraño. Y eso que apenas hoy se apareció en la vida del beatísimo Fray Cobayo.
Fray Cobayo cierra su libro, alza la mano y para el camión. Aborda. Paga. Camina y se sujeta al tubo. La xodida vida pasa… y no sabe si él sobre ella o ella sobre él.
Extraños extrañamientos de un Fray alienado por tanto extrañarse a sí mismo
EstándarLa Niñamuerciélago bebiendo una Corona, el Lobo una Negra Modelo, Fray Cobayo una Indio, siempre una Indio. El bar del Sanborns ambientado por una pianista (eufemismo) que tiene toda la pinta de lesbiana (eufemismo para no decir gorda y de pelo corto… ¡hola homofobia internalizada!).
La plática animada, pero extrañamente adormecida cuando los tres personajes divisan el fondo de su respectiva botellita de cristal. Un poco de sueños, bostezos y una cuenta de $69 pesos por tres cervezas. Exorbitantemente frexa; pero de vez en cuando «los deleznables» (a.k.a. Motor Literario) necesitan volver a sus raíces frexas.
A veces la vida del Fray se convierte en pequeños detalles sutiles, como irse a beber una cerveza… el problema es que la vida de Fray Cobayo está empezando a ser demasiado sutil…
Fray Cobayo camina por la misma calle de todas las noches. Vestido enteramente de negro, salvo por sus tennis grises. Patalones negros, playera negra, gabardina negra, portafolios negro… y el pelo enmarañado, anudado en una cola de caballo chueca y mal hecha. Los ánimos dispersos. Una cerveza en el estómago y una canción de bar repitiéndose mil veces dentro de su cerebro… su cerebro que da foward y rewind a la meno provocación, que evoca memorias que nunca pasaron y que recuerda futuros que de antemano existieron. Sus pies cansados, sus ojos buscando el camión con la leyenda 29-A. Llegar a la madriguera no representa ninguna satisfacción. Quedarse vagando en la calle tampoco. En Roma tienen nuevo papa, en su cabeza las ideas fluyen sin sentido. Y él, él… él sólo camina…
Fray Cobayo llega a la madriguera. Sube las escaleras y se sienta en la taza del baño. Prende un cigarro y fuma. No tiene ganas ni de defecar ni de orinar. No se ha bajado los pantalones. Sólo fuma sobre la tapa de la taza. Sólo necesita estar en un lugar más pequeño para no sentirse tan solo y a la vez tan miserablemente acompañado por sí mismo.
Veranos de poca monta en superflua plusvalía
EstándarFray Cobayo se sienta frente a la misma mesa de todos los días. Saca su libro, lee. Subraya de vez en cuando, sólo para probar nuevas aproximaciones a la apropiación del texto. Y le dan ganas de subrayarlo todo. Frey Cobayo supone que se trata de retraso mental leve, pero también puede ser este maldito verano que a todos nos apendeja.
Fray Cobayo cierra su libro y decide mirar el horizonte. A lo lejos, bañada en las primeras luces vomitivas del día, la plaza Angelópolis se colorea de vasqueantes gamas de naranja. Suficiente contemplación para un lunes. Fray Cobayo se levanta y camina a la cafetería con paso a amargo. No tiene sueño, pero tampoco ganas de estar despierto. Es tan sólo uno de esos días que se viven por requisite. Después de todo, no hay jueves sin vienres, ni jueves sin miércoles, ni miércoles sin martes, ni martes sin catastróficos lunes de pereza absoluta. El camino a la cafetería es un contante suitcheo de calor y frío. El sol quema, la sombra hela. Luz, sombra, luz, sombra, caras maquilladas y perfectas combinaciones cubriendo los horribles cuerpos de gimnasio. Gente hablado de pedas sobrehumanas. Gente infrahumana hablando de pedas. Las pedas deberían hablar pos sí mismas. Y Fray Cobayo llega a la cafetería. Después de muchos intentos, la dependienta se fija en su figura abultada. Le hace un poco de caso y con cierto desdén le da un caja de Marlboro edición especial. El Fray Cobayo paga y sonríe inocente. Por lo menos -piensa el beato roedor- la caja está mona…