De fragmentos

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Fragmento 1:
Hay una hora, justo en el epicentro del insomnio, en la que todo es más claro. La realidad cobra un matiz distinto -azulado tal vez-, y se vuelve tan discernible que da un poco de miedo.

Fragmento 2:
La palabra persuasión es demasiado voluptuosa. Con ese respirito que sale deja a las demás palabras fuera de combate. De todas, es la que se viste en terciopelo rojo. Persuasión. Con su «s» doble, tan redondas y curvilíneas. Tiene todo el erotismo que «tentación» -tan escualida, ella- no tiene. Persuasión es demasiado ella, un ella en toda la extensión de la palabra.

Fragmento 3:
Del trabajo a la casa, y en la casa el trabajo. No sobre mucho tiempo para pensar la situación. A lo sumo puedo describirla: de la casa al trabajo, y en la casa el trabajo. No emitamos juicios, asì las cosas están bien.

De las lecciones de vida

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Hitler // CortesÃa de la Revista DUDA«You teach me a lesson
I dont want to learn».

Pj Harvey // It’s you

Según las rarezas de la cosmovisión transpersonal de Adrián, en la vida uno se encuentra con maestros del placer y del dolor. Ambos conocimientos desembocan en el crecimiento de la persona. Lo que uno debe de hacer -y esto lo dice siempre muy enfático- es agradecer la lección y dejarlos ir. El problema de mantener cerca a uno de estos maestros cuando el ciclo ha terminado, es que uno termina por enfermar y estancarse. No sé por qué, pero decidí darle mi voto de confianza a la teoría de Adrián. Agarré una hoja y escribí de un lado el nombre de todas las personas que me enferman, del otro las que ya sea con dolor o placer me siguen enseñando. Alejé a las primeras y acerqué a las segundas. Curiosamente, la vida comienza a marchar mejor.

De la abuela

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A Madre se le ocurrió que el 20 de junio de 1933 sería una buena fecha. Nadie sabe cuándo nació mi abuela biológica. Tampoco sabemos cuándo murio; al menos no exactamente: Noviembre de 1945. De ella no guardamos fotos ni papeles. Sólo conservamos el recuerdo de su apellido que no poseemos (Sánchez Barajas) y algunas memorias vagas en la cabeza de Madre y Tía. A falta de una madre, Madre tuvo que imaginarse la propia. A falta de una fecha, tuvo que hacer lo mismo. No cabe duda que antes de ser sapiens, somos imaginarios.