Cita con el hastío

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El cerebro medio seco y las obligaciones guardadas en un cajón. Síndrome de finales de semestre aunado a la hueva pre-titulación. Mucha mota en los alrededores. También el acohol florece. Supongo que son las frutas de la estación. Empieza a hacer frío; ya saqué los suéteres tipo Cesar Costa y las chamarras proletarias de todos los años. Debería ponerme a trabajar en la tesis… Ajá, sí, cómo no.
Me preparo para salir de casa. Ya casi es medio día. No me acostumbro al horario que no es de verano. Y tengo hueva de existir. Me tomo mis Flores de Bach. Y me me me pongo mis jeans (reminicencia del tipo Cabaré-tito). Se me antoja botar la carrera. Peligrosa ideación. Pongo un poco de música. Nada pasa. Reviso debajo de la cama. Sólo hay polvo. No encuentro mi tenis derechos. ¿Me lo habré comido? Fumo otro cigarro. Carajo, ya son demasiados. Escribo un mail sin sentido a un perfecto desconocido. Respuestas poco interesantes. Busco en la ropa sucia algo que ponerme. Todo apesta a mota, alcohol y cigarro. ¿Me bañaré hoy? No lo creo. Bueno, tal vez sí. No tengo nada mejor que hacer.

Numerología del fin de semana

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Viernes:
12 horas dormido.
1 Plantón.
3 Llamadas de Jade entre peda y pachequita (ámola por eso).

Sábado:
1 Mala obra de teatro (pé-si-ma).
1 Perro psicópata.
1 Fiesta.
1 Lasagna.
5 Caballitos de tequila.
2 Palomas (tequila + Squirt).
3 Cubas.
1 Disco de Karaoke de Mecano.
5 Horas escuchando berrear canciones varias en un karaoke.
18 Cigarros (benditos Alas con filtro).
1 Faje (de nuevo me fajé a la Freddy… tengo problemas).

Domingo:
3 Coca-colas.
1 Chilaquiles rancios.
8 Cigarros.
1 Chamarra nueva.
1 Playerita nueva.
60 Tareas calificadas.
1 Clase que no pienso preparar.

Odio los lunes…

PD: Hay post nuevo en El Cobayo de la Condesa. (Está moralmente obligado a leerlo).

Perfiles de la noche

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Hay noches que son pesadas, densas, prácticamente asfixiantes; muy calladas y llenas de viento, repletas de silencio dentro de la cabeza, de ruidos que conforman el lenguaje de las paredes, de las puertas que se abren y se cierran, de las ventanas que vibran, de los objetos que -sin explicación alguna- caen al suelo, como hechizados, como embrujados, como si tuvieran vida propia.
Esta noche se perfila para ser una de ellas.
Recorro la internet como si caminara a tientas por pasillos oscuros. Leo blogs, abro páginas al azar, busco pornografía que no revela nada nuevo: que no me hace sentir nada nuevo. Fumo, tomo agua simple y espero… espero a que la noche pase, a que las primeras horas del alba lleguen, a que aparezca un nuevo sol destruyendo el horizonte; quemando el horizonte.
Me descubro rodeado de libros y fotografías viejas, repletas de personas sonriendo y pasando sus brazos al rededor de mi cuerpo. Los veo ahora y me parecen desconocidos, como personajes de novela. Leo sus nuevas actualizaciones en los blogs que mal que bien mantienen. Y los siento ajenos, porque en sus letras no aparece mi nombre ni referencia alguna que marque mi prescencia en su vida. Los leo enamorados, preocupados, expectantes… recibo mensajes de celular que no me dicen nada, salvo la distancia que nos aleja cada día un poco más.
Busco anotaciones en mi libreta, rastros, letreros o señales que me digan en qué punto me encuentro. Pero sólo encuentro divagaciones simples, comentarios para las novelas y una que otra anotación que termina en: «hoy me siento un poco más vulgar y superficial que otros días… y creo que así está bien».
Desperté hace algunas horas. Prendí el televisor y sintonicé Los Simpsons. Mientras los veía Jade marcó mi número varias veces; pero cuando contestaba, ella colgaba. Así que marqué… y creo que no debí hacerlo. Porque escuché su voz de muñeca rota, quebrándose en la casa del gran sádico que ama; de su adolescente inútil, inservible y deleznable. Entonces hice corajes y emposté la voz para que no se diera cuenta. Colgué sintiéndome más vacío, más perenne y vulnerable al mismo tiempo. Sonriendo de tan roto que estaba por dentro.
Supóngome que todo es parte del principio del próximo síndrome de abstinencia. Pero tengo suficiente droga para olvidarlo, para callarlo, para poder quitar todos los espejos y las fotos de las paredes.
Hoy Santa me negó el privilegio de verla. Así que dormí toda la tarde, tratando de olvidar que existían las horas. Desperté con asco y necesidad por un poco de afecto. Por eso prendí la tele y apagué las luces. Por eso ahora recorro los pasillos de esta casa y no encuentro nada… nada que valga la pena cargar para continuar el viaje.

De Oenegeros y fiestas barateras

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Pues Pequeñomojigato terminó trabajando en una ONG, ganando harta lana y manejando una camionetota que le compraron en la organización. O sea, supernais. Diva oenegera terminó siendo el muchachito que en la universidad parecía un maniquí prófugo de Springfield. Y ahora es la envidia de todos los wannabe oenegeros de la carrera (yo incluido). Incluso los mensos de psicología laboral lo envidian (por su sueldo, claro).
Justo el día en que me lo topé terminé ebrio con Lesboña (para variar). El pedo de la peda fue que el don de Baco fue Bacardí. Contraregüácala. Pero bueno, qué se puede pedir de los manigüis de mi amiguita, que están tan jodidos como yo y que dependen del Oxxo más cercano para satisfacer sus más sórdidos deseos. La pesudofiesta estuvo medio tétrica, porque éramos pura gente de ambiente:

  • 1 Lesbiana rechoncha.
  • 1 Gay rechoncho.
  • 3 Gays espirifláuticos
  • 1 Gay Treintañero
  • 1 Gay histriónico (perfil de «Desde Gayola»).
  • 2 Lesbianas bonitas.
  • 1 Recién desclosetada y bateada.
  • 2 Rarosexuales (Cobayo incluido).

Uf. ¡Pero ey! El otro rarosexual también goza con María Daniela y su sonido Lasser, con Micky, Facca y todos los incluidos en la compilación «Nuevos Ricos». Oh sí. Eso fue lo divertidirijillo de la noche… porque el resto fue desear con todas mis fuerzas más alcohol o un churro para caer desmayado y dejar de escuchar al hijito de Horacio Villalobos poblano. AGH.
Este sábado hay fiesta en casa de la Freddy. Procuraré no embriagarme… cosas malas pasan cuando Freddy y alcohol se beben del mismo vaso.

Cien años de modosidad

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Desde el domingo retomé a Jodorowsky. Ni siquiera sé si así se escribe bien, pero puedo asegurar que disfruto su lectura. La primera vez que escuché hablar de este hombre, iba en prepa. Por aquellos días acompañaba a la Señora a trabajar. Pasaba horas enteras en el coche, soportando el calor de la tarde y escuchando la radio, conformándome con buscar la calle en que estábamos aparcados en un viejo Guía Roji y tratando de imaginar que yo vivía en alguno de esos barrios galmourosos, donde se encontraban las agencias de publicidad.
Por aquello de las seis de la tarde, en Radioactivo 98.5, estaba el progama de Olayo Rubio, un locutor por demás pouser y freaky, muy popular entre mis coetaneos. Pues él hablaba mucho de Jodorowsky, de sus películas, de sus libros y obras de teatro. Empezó a interesarme el tema, pero como que el señor locutor en cuestión me generaba desconfianza, así que nunca concreté mis búsquedas por el autor chileno.
Años más tardes, Jade me mostró las Fábulas Pánicas; eso me ayudó a desetigmatizar al autor, pero nunca lo suficiente. Fue hasta que conocí a Santa que mi interés por Jodorowsky volvió a efervecer; porque cuando ella habla del chileno, se le inflaman los ojos y su piel se eriza en bolitas minúsculas, sus ojos se pierden y por momento ella es la protagonista de Albina y los hombres perro. No por nada su cinta preferida es «Santa sangre».
Cuando empecé a moverme para conseguir un Tarot, me enteré de que Jodorowsky leía las cartas en París, sin cobro alguno; y que además ha publicado un libro llamado: La vía del Tarot. No lo niego, comencé a emocionarme. En la universidad, la Filósofa empezó a hablarme de la psicomágia y a recomendarme lecturas del autor chileno; sin embargo, algo empezó a molestarme. Por alguna razón, empecé a sentir que mi juicio respecto a Jodorowsky se nublaba, tal y como me pasa con Fuentes, Benedeti, Ponyatowska y muchos otros.
Empecé a sondear terrenos y caí en cuenta de qué me molestaba: Jodorowsky está de moda. No en todos lado, no en todos los círculos; pero sí en muchos ambientes en los que me muevo. Una cosa es hablar del Tarot con LaNiñaMurciélago o con el Lobo y otra es escuchar a los intelectualoides fashioneables discutir sobre las aproximaciones psicoanlíticas del Tarot, la semiología y Jung. Guácala. Mi alergia a la «alta cultura» me hizo salir por patas de los terrenos del señor Alejandro, dejándolo para más al rato, para cuando no fuera lo de hoy, lo de cajón.
Lo mismo me pasó con la literatura beat y con muchas otras cosas. De repente, algo me interesa. Y comienzo a ver que a mucha gente cercana también. Después veo que es algo más grande, y que en círculos más extensos y lejanos son fetiches de adoración. Y es entonces que me frikeo, que ya no puedo dar un juicio objetivo -ni mucho menos subjetivo-, que ya no siento que me gusta por motivos propios, sino por borrego. Porque como buen fresa renegado que soy, me da miedo ser de la borregada (siendo que balo a cada rato: meeeee).
Jodorowsky sigue de modita. Ya van varios blogs que están posteando acerca del tarot, Jodorowsky y la psicomágia. También ha sido tema de varias pláticas culturosas que he escuchado en mesas cercanas. No he hablado con Jade, pero de seguro que en Filosofía y Letras sigue siedo objeto fetiche de adoración. Como sea, lo seguiré leyendo. Ya llegará el momento en que pueda decirme a mí mismo qué es lo que realmente pienso.

Sociología de las especies tóxicas

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La banda pacheca de la Ibero me da cosa. No sé, como que no sacan lo mejor de mí. Siempre que estoy con ellos me recorre un escalofrío por lo brazos; así, muy raro. Y no es la primera vez que fumo con ellos, pero no sé, desde un principio como que no hicimos click. Nunca me han puesto jetas ni nada por el estilo. Pero no me late estar con ellos. Sin embargo, para conseguir mercancía, pues son la opción. Y más que ellos, pues la Vaka, en realidad. Y hoy tuve que fletarme su compañía un buen rato. Pero todo sea porque este viernes tengamos un buen postre para la cena.
No compré mucho, sólo un cincuenta; pero creo que me casiquearon gacho. Pero pues ni pedo, ni modo que yo, así de fresa y ñoño como soy, me vaya a parar al mercado Zapata o a la Cocota para hacer un necte. La otra opción era el Tuzo, pero la neta, hace mucho que no lo frecuento y hablarle sólo para pedirle dulces, pues como que no me late. Así que dependo estrictamente de la banda pechenais de la Ibero.
Cuando me encontré a la Vaka estaba platicando con la Pink Leidi. La verdad no sé si de dio color de qué era el encargo. Digo, famita de fumador ya tengo, pero como que sigue en el territorio de los rumores. Más bien, me tienen conceptualizado como un fumador social. Y prefiero que piensen eso de mí. Ya me imagino el bonito escándalo si alguna de mis alumnitas mochilonas de primero se entera que su profe le entra con singular alegría a los estados alternos de consciencia. Se paran de chichis, me cae. Pero como sea, creo que la situación está bajo control.
Cuando llegamos a uno de los centro pacheco satélites a la Ibero, andaban discutiendo si se iban a compar PVC o si mejor se daban un aire. La verdad sea dicha, eso ya está como que muy de asquito. Una cosa es entrarle a los químicos y a las yerbas… incluso de vez en cuando meterte medicinas pues está cordial. Pero ya andar moneando con pegamento y limpiador de teclados, p’s, como que no; o como dirían por ahí: Cero glamour.
Llegamos en el coche de un wey de psicología. Muy burgui su nave, la verdad. O al menos muy burgui para las fachas de pandroso que se carga; pero bueno, es pandroso Ibero, así, de pantaloncitos Livaís descoloridos y rotos de fábrica, con cinturón de estoperoles de Astralfríks y mochilita de Springfild llena de pines y botoncitos tipo Chopo. Enigüeis, pues llegamos y el wey y la Vaka se bajan. Pero yo, todo paniqueado porque no quería tener interacción con la bola, me quedé en el coche, así, bien princesita de Polanco, esperando que me dieran mi cincuenta de mota en la ventana, bien Auto Mac. Todos voltearon a verme. Saludé desde mi asiento trasero a unos cuantos que conocía y luego me hice pendejo, así, mirando por la ventanilla y como que muy cansado, así, como que con sueñito y hueva. Pues bueno, la Vaka hizo el conecte y me trajo mi marcancia. Y yo, feliz, así, saboreándome el dulce postre para nuestra cena. Y pues ya, unos weyes se trepraon y de regreso a Iberolandia. A lo sumo me fleté unos minutos sus inteligentísimas pláticas. Pero bueno, de los males, el menor.
De ahí me fui corriendo al Cinépolis, para alcanzar la primer función del día del tour francés. Pues bueno, corrí, volé y me aceleré. Y llegué así, todo sudado, con el frufrú casi casi de taparabos y el boxer todo movido (me queda grande). Y pues ya, llego a la ventanilla, saco mi bono y ¡Tómala puto! «No joven, este, pos no nos ha llegado la película ¿usté cree?» Y yo: ¡Chale!, porque con el puto sol de medio día me tuve que regresar caminando a mi casa, porque gracias a las putas obras viales no hay combis por la zona… so, a caminar puta. Y a me tienen caminando bajo el sol, con la boina, el frufrú, el sueter de lana y el pantalón de pana. Puta madre, fue un horno. Pero llegué sano y salvo a mi casa. Dispuesto a jetearme.
¡Pero ya, basta de tantas pendejadas! A últimas fechas me ha dado por escribir pura cotidianeidad inservible y obsoleta. Grrrr. Cada día me vuelvo un poco más menso y superficial. Y creo que así está bien.