Patronus

Estándar

 

Nunca falta el gandalla, que pone en evidencia lo idiota que eres. Y no, a pesar de que fui a la premiere de la última cinta de Harry Potter, ni fui disfrazado, ni aplaudí al final, ni hice un listado sabihondo de todas las diferencias entre el libro y la película. Pero tampoco puedo engañarlos: sí me emocioné y, como es costumbre, también me decepcioné. Definitivamente la primera parte de la última entrega fue –por mucho– una de las mejores de la saga; y esta última… creo que puntea muy por debajo de la trilogía de Narnia (y esas sí, para que vean, aparte de inspiración cristiana, malas).

Sorprendente que tanta gente de mi edad –e incluso mayores– tengamos esa especie de fascinación por una saga de películas y libros que, sinceramente, no aporta nada nuevo. A lo sumo –y eso le debe reconocer todos los haters— están bien llevadas y bien construidas. Y sólo «bien»; ni excelentemente, ni nada: bien (a secas). Y bueno, no podía dejar pasar esta idea que me daba vueltas la cabeza: el patronus es una metáfora de la eyaculación. Digo, eso de «piensa en los momentos felices y libera tu fuerza interior» me suena a orgasmo y consecuente emisión de líquidos corporales. Además, está el aspecto de que, en cierta forma, es una especie de firma, de huella digital: como el ADN. Ustedes unan sus cabos y díganme cuál es su patronus.

 

II

Lo sé, he sido mal bloguero. En todos lado lo ponen cual pegatina de autosuperación personal: «la constancia y regularidad de publicaciones lo es todo». Pero de nuevo la vida ha hecho de las suyas y se me ha plantado enfrente con sus obligaciones, deberes y necesidades; hay que ganarse el pan de cada día y, a pesar de que ya quiero comenzar formalmente el proyecto de tesis, es un verdadero desmadre esto de no tener talento alguno para dibujar a lapiz y papel. Ni sentido de la estética. Ni potencia argumental. Ni cuenta en Cam4. Como sea, sigo dándole al proyectito y por mientras sólo habrá viñetas y más viñetas, tan ridículas como yo. No se rían fuerte, que hasta acá escucho sus burlas. #MeazotocomoelCobayo

 

III

Hay un post en el tintero que ya no sé si vaya a escribir en este sitio. Incluye escenas sexuales de índole caligulesca y, aunque divertido, me expone bastante. Por el momento sólo diré que este fin de semana fue la-lo-cu-ra y que conocí una de esas facetas del DF que o te hacen salir corriendo o te hacen amarlo. Y creo que ustedes –en mi caso– saben cuál es la respuesta. Estoy absoluta y perdidamente enamorado de esta pinche ciudad . Caray, que no me canso de verla, de recorrerla y seguir haciendo estupideces idénticas a cuando tenía 13 años. Pero no importa. Sigo teniendo 13 años y a todos eso nos queda claro.

 

IV

Sigo experimentando con tamaños, resoluciones y esas cosas que cualquier diseñador gráfico sabe y que yo no. Comentarios, sugerencias y fotografías de ustedes desnudos o desnudas son bien recibidas.

SPAM: La vida es Rubia

Estándar

 

La vida es rubia. Ya lo había dicho antes; de haber estudiado filosofía, la película de mi vida se hubiera llamado: Epistemológicamente rubia.  Y es que ser Rubia es todo un arte. ¡Qué va! Una filosofía de vida; una postura ante el mundo y la vida; una epicureísmo de peróxido; un culmen de ipseidad. Y así. A todos nos vendría bien ser rubias de vez en cuando. Decir que nos gusta Cortázar porque era altote; o que vale leer las crónicas de Hernán Cortés porque el tipo era sexy; o hacer comparativos entre la tipología freudiana y las casa de Harry Potter. Sí, a todos nos convendría ser un poquito más rubias. El mundo puede que no sería un mejor lugar, pero sí sería más divertido. Se los prometo. Pinky promise, goei. Anden, corran a este blog y sigan a su autora en tuiter. La amarán, se los juro. (Eso o la odiarán; lo primero que pase).

 

 

Life goes on

Estándar

Life goes on. Quienes han vivido toda su vida en el mismo lugar –e invariablemente, de la misma forma– no saben a todo lo que uno renuncia para estar aquí. No saben cuánto cuesta en realidad una tarde apacible mirando cómo el sol se oculta detrás de Reforma; ni con qué se paga convencerse por unas horas de que la vida siempre es mejor cuando es de tarde en el jardín de la Plaza Río de Janeiro. Nada saben de las nostalgias que se arrullan con el vaivén del metro, ni de las pláticas subterráneas que mantenemos a sus espaldas aquellos que recibimos el mote de gente de fueras. Poco podrán saber del acento que, más allá de perderse, se duerme debajo de la lengua; o de los recuerdos que parecen aparecer de pronto en las cosas nuevas. Ninguno de ellos sabe a todo lo que hemos renunciado; muchas veces, ni siquiera nosotros.

Life goes on–, dijiste–. Un paso a la vez.

Cuando era niño, mi abuela decía que las plantas del jardín crecían más rápido cuando nadie las miraba. Y ahora me doy cuenta que lo mismo nos ocurre a las personas. Mirar a mis amigos; mirarlos un poco más viejos, un poco más sabios. Más contentos, a veces. Mirarlos cambiar tanto sólo para de esa forma poder seguir siendo los mismos. Mirarnos. Saber que estamos un poco más viejos, un poco más cansados; que a la una de la mañana ya tenemos sueño. Platicar, ahora, de las rentas y el trabajo; hacer retrospectivas y concluir que en nuestras vidas –al menos así, a la mitad de ellas, donde estamos– no existen los consejos ni las moralejas. Mirar juntos hacia atrás, como si se observara una vieja película; y también mirar hacia adelante, como lo veníamos haciendo desde hace diez años. Porque hace diez años llegué a Puebla; de la misma forma como hace un año llegué al DF. And life goes on…

Me hubiera gustado decirte, hace un ratito, que no he dejado de quererte. Hubiera querido decirte –y lo pensé cuando fuiste al baño–: ¡mandemos todo al diablo! Volvamos, estemos juntos. Sigamos a la distancia… Pero –maldita sea– ambos somos seres razonables. Para eso se necesita enloquecer un poco y, aceptémoslo, enloquecer es asunto de jóvenes. Requiere aguante para los desvelos; requiere inocencia para no adelantarse al final; requiere comer poco y descansar menos para robarle al día minutos para amarnos. Requiero todo aquello que tú y yo le dimos a otros tantos. Santa decía que el amor siempre llega a destiempo; te conocí seis meses antes de que un buen día empacara todo lo que cupo en mi mochila y huyera; te conocí seis meses antes de los ocasos en Reforma y los perros risueños de la Plaza Río de Janerio. Te conocí cuando comenzaba mi despedida. Gracias por todo, feliz inicio de un amor nuevo.

With a little help from my friends

Estándar

 

 

 

Decía Epicuro de Samos que la vida debía vivirse rodeado de amigos. Y tenía la boca atascada de razón. Supongo que el habrá sido el antecedente más lejando a las parrilladas. Eso o sólo un tipo sabio.

 

 

Intolerancia estética

Estándar

A veces envidio los criterios estéticos de mis amigos. Aunque la mayor parte del tiempo me parecen más bien criterios teratológicos. Pero que tire la primera piedra aquél o aquella que, revisando el historial de besuqueos y sábanas sucias de sus parejas y amigos, no haya pensado por un momento que en realidad lo que hojeaba era un bestiario de la edad media.

-o-

Hoy es la boda por el civil de mi hermano. Horror. Ahora sí sé que estoy en la antesala de los treinta. Y, de la misma manera que uno pasa el tiempo en la sala de espera del dentista hojeando Vanidades de mediados de los noventa, me he puesto a hojear mis viejos recuerdos. Postales de la niñez, instantáneas de la adolescencia, boletas de calificaciones donde aparece en números rojos mi desempeño sexual e infracciones por mis excesos de velocidad amorosa. Pero también fotografías tamaños infantil de viejos y nuevos amigos, mechones de pelo anudados en un cordel de mujeres que amo y uno que otro olorcillo a tabaco en los sacos que utilizado para revolcarme con algunos caballeros. Cosas de la vida.

-o-

¿La tesis? Sigo trabajando en ella. Esta viñeta precisamente es parte de uno de los capítulos de la novela que buscaré defender ante los sinodales. Sin embargo, a pesar de que sí le he ido metiendo mano, creo que aún no lo he hecho lo suficiente. Para un discapacitado en artes visuales y tecnología de la información como yo la cosa está ardua. Pero bueno, de aprender es el asunto, y si no aprendí gran qué en la maestría, tal vez la tesis signifique un poco de aprendizaje. Qué será el será