De los sábados inusuales

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¿Has estado en lugares cotidianos a una hora inusual?

Hay una novela, mexicana -de la que no recuerdo el nombre-, que narra la vida de una prostituta que espera a sus clientes en un Vips durante la madrugada ¿La has leído? El sábado pasado bien pude haberme topado con ella. Eran las tres de la madrugada y bebía café con don Buenmozo en el Vips del boulevard Cinco de Mayo. Acabábamos de salir de una fiesta y esperábamos a que dieran las seis para que él tomara su autobús. Yo estaba cansado y un poco borracho (él demasiado sobrio para mi gusto), pero el escenario era fascinante
A unas mesas de distancia un señor ya grande dibujaba en el reverso de su manteleta con suma dedicación; tal vez un arquitecto, o un pintor en búsqueda de su musa. Varios gabinetes atrás de nosotros un grupo de metaleros (con todo el disfraz puesto) escuchaban un concierto de metal. Eran cuatro y cada uno traía audífonos conectados a la laptop, y gritaban: «¡Esto es obra de Satanás, del mísmisimo Satanás!», bien entrados en su papel. Al otro lado de la estación de servicio, cuatro mochileros esperaban, al igual que nosotros, a que empezaran a circular los camiones para emprender su viaje; se veían animados, y muy dicharacheros ellos, se contaban sus experiencias de viajes pasados.
Nosotros sólo bebíamos café y platicábamos amenamente. Que si la familia, que si la pareja, que si la homofobia… Bebí tanto café que regresé saltando -literal y vergonzosamente- a casa. Qué buenos son esos sábados que no se parecen a ningún otro día.

De las sorpresas

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La vida da sorpresas, eso es un hecho. De las agradables, pocas. El sábado pasado volví a estar tras la barra, destapando cervezas y sirviendo bebidas. A veces creo disfrutar más mi trabajo de barman que el de maestro. La sorpresa de la noche fue un buen mozo de barba de candado y pelo despeinado. Su nombre es corto y suena fuerte; al pronunciarlo primero sacas los labios, como a punto de dar un beso. Después sacas la fuerza del pecho para expulsar un poco de aire. Sus ojos son de color oscuro pero con una tonalidad clara que deslumbra cuando les da la luz. Con él me fui a tomar un café después del trabajo, a eso de las tres de la mañana. Fuimos a un Vips de 24 horas y desentrañamos pequeños misterios de la vida cotidiana. La mala nota, que tiene pareja. Sin embargo no puedo negar que quedé maravillado ante él. Escribo escueto debido al trabajo, ya otro día relataré con más calma cómo pasó lo que pasó. La vida tiene sorpresas, buenas sorpresas…

De las evaluaciones

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Sé que no debería afectarme tanto, pero me puede mucho que me evaluen bajo. Sé bien que lo mío no es dar clases, y que tampoco le he imprimido el esfuerzo necesario para sobrellevar decentemente mi cargo, pero no pensé que lo estuviera haciendo tan mal. Mis alumnos consideran que la clase es aburrida y que sé poco de la materia que imparto. También piensan que tengo poca paciencia para enseñar y que me hace falta desarrollar mejores técnicas de docencia. Ni por atisbo soy el profesor que me gustaría ser. Me falta, sobre todo, conocimiento. Tal vez sí es -a mi pesar- un crimen que yo esté dando clases recién salido de la universidad. Y más una de la que no tenía noticia alguna. He ido aprendiéndola a la par que la voy desarrollando. Aunque llevé «Comunicación» como una asignatura dentro la carrera, no recuerdo haber aprendido algo relevante. Ahora el turno es mío y no lo estoy haciendo tan bien como pensaba. La evaluación ha sido un zarandeo que me ha dejado bajoneado todo el día. No sé a bien cómo hacer más entretenida la clase, o siquiera si debería hacerlo (uno no va a la universidad a «entretenerse»). Por parte del conocimiento no tengo opción más que seguir como voy. Tengo otras tres materias que cuidar y no puedo darme el lujo de investigar un plus para ésta. Me puede mucho que me evaluen bajo…